Muchos libros de texto repiten que la informática nació en Estados Unidos con el ENIAC, pero la verdadera revolución ocurrió años antes en un pequeño apartamento de Berlín. En 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, el ingeniero Konrad Zuse terminó de construir el Z3, la primera máquina del mundo que funcionaba exactamente como los computadores que usamos hoy.
Un genio trabajando en solitario
A diferencia de los grandes equipos financiados por gobiernos, Zuse construyó su visión con recursos limitados. El Z3 no era una calculadora gigante; era una computadora electromecánica capaz de procesar algoritmos complejos.
La magia del sistema binario: Mientras otros intentaban usar el sistema decimal (del 0 al 9), Zuse entendió que la electricidad solo entiende dos estados: encendido o apagado. Implementó el sistema binario (0 y 1), el lenguaje universal que hoy permite que leas este post.
Características que rompieron esquemas
El Z3 era una maravilla de la ingeniería para su época. Estos son sus pilares fundamentales:
Programación por cinta: Para darle instrucciones a la máquina, Zuse utilizaba rollos de película de cine de 35mm perforados. Fue el primer "software" físico de la historia.
Uso de relés: Contenía más de 2,000 relés telefónicos. Eran interruptores que se movían físicamente para realizar cálculos, creando un sonido de "clic" constante mientras la máquina trabajaba.
Velocidad sorprendente: Aunque hoy parezca lento, el Z3 podía realizar sumas en menos de un segundo, algo increíble para la tecnología de 1941.
El trágico final del Z3 original
El destino de esta joya tecnológica fue oscuro. En 1943, durante un bombardeo aliado en Berlín, el laboratorio de Zuse fue destruido. El Z3 original quedó reducido a cenizas, lo que permitió que otros proyectos como el ENIAC se llevaran la gloria durante décadas.
No fue hasta años después que el mundo reconoció que este ingeniero alemán, trabajando casi solo, había descifrado el futuro de la tecnología digital.
¿Por qué recordamos al Z3 hoy?
El Z3 es el recordatorio de que la innovación no siempre viene de las grandes empresas. Viene de las ideas correctas. Sin la lógica binaria y la estructura programable de Konrad Zuse, el mundo digital que conocemos simplemente no existiría.
